Posesión M. P.
Junio 4 de 1911
La eterna paz sea entre vosotros, hermanos queridos.
Me habéis llamado y acudo gozosa y satisfecha; veo caras nuevas y te felicito, hermano. Pero voy a aprovechar la ocasión para decir algo a todos, puesto que hay hermanos que pueden llevar la semilla. Aún tenéis muchas imperfecciones; muchos defectos que corregir; muchas pasiones que desechar y viejas rutinas que arrancar. Es necesario que depongáis actitudes y hagáis la unión de todos los elementos dispersos, por pequeñeces, porque los que quieran ser los primeros es necesario que sepan serlo; para lo cual no tienen más que pensar que cada día se abren nuevos horizontes, nuevos caminos que andar; y los que quieran ser los primeros, lo serán por el amor, por la abnegación y por el sacrificio, en bien de la humanidad.
Vosotros queréis ser grandes y lo seréis, porque buscáis el amor entre los hermanos. Este es el camino de la verdadera grandeza; pero...¿por qué no hacéis de tres cosas pequeñas una grande? ¿No sabéis que la unión hace la fuerza? Tú, hermano mayor (1), lleva estas palabras y procurad unir ideas y, menos oraciones y más estudio, que el reinado de los espíritus ya se acerca y las batallas del Señor hay que ganarlas sentando principios que hoy se dan claros, sin interpretación porque la hora ha llegado.
Sí, hermano querido: Procurad la unión para que la obra dé más grandes resultados; nosotros trabajamos y vosotros trabajad en consonancia; así el triunfo será menos costoso; pero es necesario que todos depongáis pretensiones y todos deberían ser soldados de fila; que los jefes, los maestros, designados están por la sabiduría del Padre. Esta es la hebilla de cierre para la obra “Buscando a Dios” que te ofrece tu madre y a todos os da la paz y bendición.
María de Nazaret.
(1) Se dirigía a un presidente de una sociedad que había venido en comisión, pero eso mismo que le indicaba María, aún lo encegueció más. El se creía el primero; y lo fue en la prevaricación.