Balanza No. 26
“GIORDANO BRUNO A SUS VERDUGOS”
Decid: ¿Cuál fue mi crimen? ¿Lo sospecháis siquiera?
¡Y me acusáis, sabiendo que nunca delinquí!
Quemadme, que mañana donde encendéis la hoguera
Levantará una estatua la historia para mí.
Ya sé que me condena vuestra demencia suma
¿Por qué?... Porque las luces busqué la verdad
No en vuestra falsa ciencia que al pensamiento abruma
Con dogmas y mitos robados a otra edad.
Sino en el libro eterno del universo mundo
Que encierra entre sus folios de inmensa duración
Los gérmenes benditos de un porvenir fecundo
Basado en la justicia, fundado en la razón .
Y bien: sabéis que el hombre, si busca en su conciencia
La causa de las causas, el último por qué.
Ha de tocar muy pronto, la Biblia por la ciencia:
Los templos por la escuela; por la Razón, la fe.
Yo sé que esto os asusta, como os asusta todo
Lo grande y que quisiérais poderme desmentir.
Más aún vuestra conciencia hundida en el lodo
De un servilismo que hace de lástima gemir…
Aun ella en el fondo, bien sabe que la idea
Es intangible, eterna divina inmortal.
Que no es ella el dios y la religión vuestra,
Sino la que forma, con sus cambios la historia universal.
Que es ella la que saca la vida del osario;
La que convierte al hombre de polvo en creador,
La que escribió con sangre las escenas del calvario
Después de haber escrito con luz la del Tabor.
Más sois siempre los mismos los viejos fariseos
Los que oran y se postran donde los pueden ver
Fingiendo fe, sois falsos, llamando a Dios, ateos;
Chacales que un cadáver buscáis para roer!...
¿Qué es vuestra doctrina? Tejido de patrañas
Vuestra ortodoxia, embuste; vuestro patriarca, un rey.
Leyenda vuestra historia, fantástica y extraña.
Vuestra razón la fuerza: y el oro, vuestra ley.
Tenéis todos los vicios que antaño los gentiles.
Tenéis las bacanales, su pérfida maldad,
Con ellos sois farsantes, hipócritas y viles,
Queréis, como quisieron, matar a la verdad.
Más… ¡vano vuestro empeño!... si en esto vence alguno…
Soy yo, por que la historia dará en el porvenir:
“¡Respeto a los que mueren como muriera Bruno!”
Y en cambio vuestro nombre ¿Quién lo podrá decir?
¡Ah! Prefiero mil veces mi suerte a vuestra suerte;
Morir como yo muero, no es una muerte, no;
Morir así. Es la vida; vuestro vivir, la muerte.
Por eso, habrá quien triunfa, y no es Roma. ¡Triunfo yo!
¡Decid a vuestro papa, vuestro señor y dueño,
Cual mueren los que marchan del porvenir en pos.
Decidle que a la muerte me entrego como a un sueño
Por que es la muerte, un sueño que nos conduce s Dios:
Más no a ese Dios siniestro, con vicios y pasiones
Que al hombre da la vida y al par su maldición,
Sino a ese Dios –Idea que en mil evoluciones
Da a la materia forma y vida a la creación.
No el Dios de las batallas, sí al Dios del pensamiento,
Al Dios de la Conciencia, al Dios que vive en mí.
Al Dios que anima el fuego, la luz, la tierra, el viento
Al Dios de las bondades, no al Dios de las iras sin fin.
Decidle que diez años, con fiebre, con delirio,
Con hambre…, no pudieron mi voluntad quebrar;
Que niegue Pedro a Cristo. Que a mi ante el martirio
De la verdad que sepa, no me habéis apostatar.
¡Más basta!... ¡ya os aguardo! Dad fin a vuestra obra…
¡Cobardes! ¿Qué os detiene?... ¿Teméis el porvenir!....
¿Tembláis?... Es porque os falta la fe que a mi me sobra
¡Miradme! Yo no tiemblo… ¡Y soy quien va a morir!...